La guerra de sucesión española​ fue un conflicto internacional que duró desde 1701 hasta la firma del Tratado de Utrecht en 1713.

La Guerra de Sucesión (1701-1714) fue, en principio, un conflicto europeo entre los Borbones hispano−franceses y la alianza de los Estados de Inglaterra, Holanda, Saboya y Portugal, pero que terminó dividiendo a la antigua Monarquía Hispánica, con una Castilla favorable al rey Borbón y con gran parte de la Corona de Aragón abrazando la causa austracista.

Los primeros enfrentamientos armados tuvieron lugar en Flandes. Después estaría la frustrada marcha francesa hacia Viena, y los ataques austriacos a las posesiones españolas en Italia. Los ingleses, por su parte, atacaron Galicia y Cádiz, tomando Gibraltar, un hecho de enorme trascendencia en la Historia de España. El archiduque desembarcó en Lisboa, y luego en Barcelona, donde encontró el apoyo de la mayoría de los componentes de la Corona de Aragón porque respetó sus fueros e instituciones.

La Guerra parecía favorable a la coalición de potencias europeas, pero Felipe reaccionó y obtuvo una decisiva victoria en Almansa en 1707, y después en Brihuega y Villaviciosa (1710). En todo caso, el desenlace de la Guerra no sólo tuvo que ver con estos indudables éxitos de los Borbones, sino también por los cambios que se produjeron en el ámbito internacional. En 1711 era elegido el archiduque Carlos como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por la muerte de su hermano José I. La elección de Carlos como emperador podía generar otra amenaza si un Habsburgo ceñía las dos Coronas, como interpretaron los ingleses y holandeses. También hay que tener en cuenta el cansancio de los contendientes. En consecuencia, Inglaterra presionó para que cesasen las hostilidades.

En realidad, la paz se selló con una serie de acuerdos bilaterales entre los contendientes. El principal de todos ellos fue el Tratado de Utrecht entre España e Inglaterra del año 1713. Inglaterra fue la gran vencedora del conflicto, comenzando a perfilarse como nueva potencia mundial. En lo militar consiguió la demolición de la base naval de Dunquerke.

En lo mercantil obtuvo el asiento de negros, es decir, el monopolio de introducir esclavos negros en América española durante treinta años y el navío de permiso, autorización para enviar a América un barco con quinientas toneladas de mercancías, dos puertas para romper el monopolio comercial hispano con América. En el plano territorial, Inglaterra conseguía Gibraltar y Menorca para controlar el Mediterráneo occidental, y Terranova, cedida por Francia, con una evidente importancia pesquera y que
podía constituir una posición estratégica para dominar Canadá.

Felipe veía reconocido con el nuevo sistema internacional su derecho a ser rey, aunque tuvo que renunciar al trono francés, una decisión amarga para un personaje que siempre añoró serlo. Y a cambio del reconocimiento como monarca español, Felipe V perdía los territorios europeos: Sicilia para Saboya; para Carlos de Austria Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña. Y por fin, Austria cedía Cerdeña a Saboya a cambio de Sicilia.

La Guerra no terminó realmente en la península Ibérica hasta las derrotas de Cataluña en 1714, y de Mallorca en 1715. Los catalanes resistieron porque temían las represalias de Felipe y, especialmente la centralización que ya se había establecido en Aragón y Valencia. El final llegó con la entrada de las tropas borbónicas en Barcelona el 11 de septiembre de aquel año.

Utrecht supuso un hito en la historia de las relaciones internacionales porque no sólo marcó el fin de la Guerra de Sucesión y de las posesiones europeas de la Monarquía Hispánica, quedando España como una potencia de segundo rango, sino porque también generó cambios profundos en el concierto europeo. Estableció el fin de la hegemonía francesa, sustituida por un nuevo equilibro entre las tres grandes potencias rivales. Francia conservaría la primacía cultural, pero iniciaba un nuevo siglo agotada. Los Habsburgo dominarían el territorio más extenso, pero padecían una profunda debilidad interna por la falta de unidad de su imperio. Por fin, Inglaterra adquiría la primacía marítima y comercial, de tantas consecuencias futuras.

En el nuevo sistema las potencias pasarían a agruparse según las circunstancias. Fue una época que se basó en la rivalidad latente entre los Estados que se aliaban en bloques en un equilibrio inestable. En este siglo habría menos guerras que en el pasado, y serían más profesionales. Se iniciaban si había posibilidades de victoria y se intentaba evitar la devastación cruel e innecesaria que se produjo en la Guerra de los Treinta Años.